El abandonar el colegio es un antes y un después para todos. En mi caso fue determinante. El colegio dejaba de ser ese punto de encuentro fijo con todas mis amigas y no teníamos muy claro que es lo que nos esperaba a cada una de nosotras en la universidad. Lo único de lo que estábamos convencidas es de que todos estos años de colegio habían significado muchísimo para nosotras.
El día que más claro lo vimos fue un día de estudio en la biblioteca preparando exámenes finales (unos de tantos de 2º de Bachillerato). Harta de estudiar, entré en Facebook y me salió el típico recordatorio de ‘Hace 3 años de esta foto’ y no podía creerlo. Salíamos todas, irreconocibles, y como no, todas nos acordábamos de ese día como si fuera ayer. Nos pusimos a recordarlo punto por punto, y claro, una foto llevó a otra, y otra a otra, y así hasta habernos recorrido todas nuestras batallitas. Fue un momento que me abrió los ojos y vi lo agradecida que estaba de haber conocido a todas y cada una de ellas. Que no había ninguna con la que no tuviera una historia que contar y que todas ellas, a su manera, hacían que yo fuese quién soy.
Fue un momento de subidón. Obviamente el estudio quedó eclipsado por los recuerdos y nos pusimos a pensar en ideas para guardar todas esas historias para siempre. Sobre la mesa había de todo, desde viajes a Punta Cana hasta tatuajes, pero al final, lo que más nos convencía, era el poder tener algo que nos uniera a todas. Salió la idea de hacernos unas sudaderas con algún diseño muy nuestro o alguna frase guay y nos encantó a todas.
Una de nosotras tenía una amigo que nos podía personalizar las sudaderas y yo podía hacer el diseño. Durante una semana me fueron pasando fotos y bocetos que les gustaban y yo las pasaba al ordenador. Quedamos una tarde para decidir el diseño, comprar las sudaderas y llevarlas a personalizar. Al acabar la tarde estábamos todas cenando con nuestras sudaderas, super orgullosas de tener algo nuestro, y, personalmente me sentía super realizada por ver que todas llevaban algo que había diseñado yo.
Pasada una semana, una amiga de una amiga que había visto nuestras fotos nos preguntó que como podía hacer unas para su grupo de amigas. Me vine arriba y le dije que yo me encargué de hacer todo para las nuestras y que si quería, se las podía hacer yo. Me arrepentí a los 5 minutos por miedo a que saliese mal, pero una vez me puse a trabajar me encantó volver a sentir lo mismo que sentí al hacer las nuestras. Y así me picó el gusanillo de hacer más para otra gente.
Cogí a un amigo al que siempre le había llamado la idea de tener un proyecto propio y montamos REC entre los dos. Lo que empezó como un recuerdo de nuestras batallitas, ya va por más de 4.000 historias inmortalizadas. Nuestras sudaderas son diferentes, las personalizamos para cada grupo, pero todas tienen algo en común: cuentan una historia única de aquel que la lleva puesta.